Debemos consensuar que el ser humano, es un ser finito, es decir, no es absoluto, vive de constantes interpretaciones, constantemente situándose en una tradición, en un espacio y en un tiempo.
Esto quiere decir que somos una situación biográficamente determinada. Somos contingentes. Existimos en situación, en un tiempo y en un espacio. Somos seres simbólicos y narrativos, y por tanto, el proyecto de futuro que tenemos como seres humanos siempre se configura desde una herencia (pasado). Sin embargo, a veces lo contingente no lo podemos cambiar, pero si se puede cambiar la relación que establecemos con nuestra situación biográfica.
Con estos elementos presentes, educación y comunicación, tienen la misión de situar provisionalmente a los seres humanos en un mundo “con sentido” y de ubicarlos simbólicamente en su tiempo y su espacio. La misión estaría en encontrar puntos de referencia portadores de sentido para ubicarlos cordialmente en su mundo.
Sin embargo, nada de ello puede ser posible sin la participación de los principales actores en el proceso educativo: el cuerpo docente institucional, alumnos /as y por cierto, los padres, madres y apoderados. En ese contexto, no podemos soslayar que actualmente la participación de uno de los estamentos (padres, madres y apoderados) está en crisis, totalmente desvinculados de la vida en el interior de los establecimientos educacionales, de la formación de sus educandos y de la participación ciudadana en las comunidades educativas.
Lo anterior se suma a una problemática instalada durante fines del siglo XX asociada a la autonomía individual de los seres humanos, que actualmente que se ha convertido en un aislamiento e individualización poco solidaria en el trabajo comunitario. En ese plano el problema de la participación ciudadana en el ámbito educativo debe ir acompañada de una sensibilización y concientización que va más allá del centro educativo en cuestión, y que más bien se orienta a una búsqueda de sentido y re – construcción simbólica de los actores que interactúan en el sistema educativo.
Para ello es necesario abrir espacios colaborativos de diálogo, ciudadanos y democráticos y que el esfuerzo esté centrado a favor de construir una sociedad justa, humana y participativa. Maturana y Verden – Zoller (2003), nos recuerdan, que la construcción de una verdadera democracia y participación, están en el marco de un desarrollo cultural específico (matriztica), sin jerarquías, sin competencias, en igualdad, sin el sentido de dominación recíproca, sin una justificación racional de las acciones que implique una apropiación de la verdad.
Es decir, no hay democracia sin el grado de pertenencia a una colectividad porque la complejidad del mundo actual, exige tener una formación integral para desarrollarse e insertarse en la sociedad del Siglo XXI, y por ello, se debe entrar en una dinámica participativa, dialógica y democrática.
En ese contexto, podemos plantear la interrogante: ¿existen las condiciones en la educación pública para desarrollar una dinámica participativa, dialógica y democrática que permita una educación con sentido de vida y de reconstrucción simbólica en su tiempo y espacio?
Acercándonos a un problema de estudio
Considerando las propuesta de Deltell (2013 ) sabemos que donde hay comunicación hay opinión pública, y por tanto, donde se conjuguen estos elementos habrá opinión, participación pública y la posibilidad cierta de reivindicar elementos simbólicos en tiempo y espacios definidos, como también un principio de acercamiento a dar sentido a las personas. Se trata de establecer un clima que lleva en sí un conjunto de criterios, actitudes, reacciones y estímulos sociales que se originan a partir de hechos sociales, asociados a la memoria, al pasado a la historia viva del presente.
Es decir, los simbolismos presentes en un espacio y tiempo determinados, se dan en un clima de convivencia social con intereses comunes, con una afinidad, con acuerdos y desacuerdos.
Lo interesante sería develar este proceso de convivencia social en las comunidades educativas (escuelas) públicas en el país, ya que desde sus respectivas fundaciones se han configurado experiencias, motivaciones, expectativas en común, que a lo largo de las décadas han quedado en el olvido, sesgando la participación de los padres, madres y apoderados en el interior de los establecimientos, impidiendo que las políticas públicas emanadas desde las direcciones de educación, puedan llegar a su audiencia y generar una reconstrucción simbólica como también dar sentido a la vida de los participantes del sistema, a partir de un modelo educativo determinado.
Desde el punto de vista comunicacional podemos vislumbrar que el efecto realizado por los medios de comunicación durante los años entre los pobladores de las distintas comunas, ha cambiado las actitudes y aceptar que los antiguos simbolismos que los unieron (justicia social, luchas sociales, el bien común, etc.) ya no existen o no son funcionales a los avatares de este nuevo Chile.
Lazarsfeld y Merton (1977), refuerzan la idea de la adaptación del público masivo al estatus quo del sistema social y económico, y desde ese plano se puede argumentar la falta de participación de los padres, madres y apoderados, en la renuncia incondicional de sus facultades críticas, a partir de la falta de opinión y de participación, lo que impide la reivindicación de los simbolismos que operan al interior de las comunidades. Es más, siguiendo con las ideas planteadas por los autores, aparece la disfunción narcotizante que ha operado a través de los medios de comunicación masivos durante los últimas décadas, y que han causado su efectos en poblaciones de Chile, al bombardear de información pero no estimular al lector u oyente, en una opinión crítica participativa, y generar apatía a la opinión o participación.
Es más, la estructura comercial de los medios de comunicación, de propiedad y control, siguiendo con Lazarsfeld y Merton (1977 ) tienen algo que decir, pues las grandes empresas financian la producción y distribución de los medios masivos de comunicación, por tanto, son ellos quienes imponen los contenidos, renunciando así a los objetivos sociales cuando estos chocan con los intereses económicos. En ese punto por ejemplo, los intereses de los grupos Copesa y El Mercurio, han desarrollado políticas comunicacionales que han afectado el desarrollo simbólico al interior de las poblaciones en Chile, y en la Región Metropolitana en particular, desvirtuando intereses comunes y generando necesidades a partir del mercado cultural.
No obstante, no podemos olvidar, como plantea Berlanga (2013), que a pesar del avance de los medios tecnológicos y la diversificación de los canales de comunicación y nuevas formas de interacción, el ser humano como tal, conserva la persuasión como el motivo de sus mensajes. La persuasión, se instala como el motivo de los mensajes para recibir una respuesta del otro, y es en esta esfera la que abre una esperanza para el desarrollo y reconstrucción simbólica entre los pobladores, puesto que una interacción de mensajes podría eventualmente aportar en la reconstrucción simbólica desde las escuelas.
Pero en la situación actual, y en particular desde las políticas comunicacionales institucionales de las direcciones de educación, no existe la posibilidad de dar cuenta de los simbolismos que operan entre los padres, madres y apoderados de las comunidades educativas. En este proceso, es necesario poner énfasis en las interacciones de los individuos y en la interpretación de estos procesos de comunicación. Es decir, poner atención al mundo de significados de los símbolos dentro del cual interactúan los ciudadanos.
Resulta –entonces – importante considerar, a partir de la relevancia de las interacciones, los simbolismos y los significados, que las políticas públicas emanadas desde los municipios asuman como plantea Shomaly (1994), que tanto el lenguaje verbal como el no verbal tienden a asociarse en significados con determinados comportamientos, y que esto depende claramente según el contexto donde ocurra, por tanto, cada una de las comunidades educativas debe necesariamente generar desde las políticas públicas interacción social para la reconstrucción simbólica y sentido de vida.
Gómez (2010), refuerza lo anterior planteando que existe la imposibilidad de no comunicar. Es decir, actividad o silencio tienen siempre valor de mensaje, influyen sobre los demás quienes no pueden dejar de responder, y por tanto, comunicar. Aspectos que desde las políticas públicas comunicacionales no son consideradas puesto que no existen canales de diálogo, de participación o de interacción entre los actores del proceso educativo comunicacional.
Existe – entonces – la imposibilidad de dar cuenta del significado que tienen las cosas para los miembros de la sociedad, porque no hay cómo dar cuenta de cómo se orientan los actos y lo que significan para ellos. Significados que surgen como consecuencia de la interacción social entre los individuos, características que son ignoradas por las directrices comunales, ignorando también la interpretación que hacen los ciudadanos, que en definitiva modifican o manipulan los mismos mediante un proceso de autointeracción en el ámbito personal.
Existe una imposibilidad además, de dar cuenta de los simbolismos interpretados por los ciudadanos puesto que la industria cultural, por ejemplo la televisión, durante las últimas décadas se ha constituido como una productora y distribuidora de contenidos simbólicos destinados a mercados de consumo ( los pobladores) con la misión de generar una reproducción ideológica y social, que ha generado apatía, indiferencia e individualismo en el plano social, y en ese contexto y como consecuencia, por ejemplo, la escuela como plantea Barbero (2001)no es el único lugar legitimado para aprender, el comportamiento del padre no es el único que dicta las conductas y ni el libro es el único que articula las lecturas. Por tanto, los espacios de socialización y de interacción entre los ciudadanos ha desaparecido. No hay espacios de encuentro. La escuela ha perdido su sentido, y por ende, se hace necesaria la construcción de nuevos espacios para la socialización e interacción entre los individuos.
Del simbolismo a la búsqueda de sentido
Para desarrollar una dinámica participativa entre las comunidades educativas, no sólo es necesaria la reconstrucción simbólica – en tiempo y espacio – sino que también requiere una educación con sentido de vida, que permita un desarrollo comunitario participativo, dialógico y democrático; y que además sea capaz de enfrentar los desafíos del siglo XXI.
En ese plano una educación con sentido de vida, debe considerar la integración del individuo, y que debe ser para la vida y durante toda la vida. López – Jurado (2011), nos recuerda que la educación es tarea de cada uno consigo mismo a lo largo de la vida, como una fuente de riqueza para cada individuo como para la sociedad. En ese sentido, la educación siempre será una tarea humanizadora y la mejor garante del futuro.
Pero estamos en un futuro incierto. Un futuro que debe apuntar, entre otras cosas, en las escuelas a la creatividad humana. Robinson (2012), hace hincapié en la importancia de la creatividad en la formación de nuestros estudiantes, identificando la creatividad como el proceso necesario para tener ideas originales con valor, y de esta forma reconstruir la riqueza de la capacidad humana por sobre lo estrictamente técnico y académico. En ese plano aparece la creatividad como una variable trascendental para enfrentar el futuro, descartando una educación instruccional, racional y estandarizada.
Además de la creatividad, las direcciones de educación, debieran dar cuenta de la existencia de inteligencias múltiples en su desarrollo curricular. Como plantea Gardner (1998), es necesario entender cómo funcionan las diferentes inteligencias porque entendiendo cómo operan sus diversos componentes se podrían desarrollar propuestas curriculares basadas en medios que aborden de manera efectiva la enseñanza de contenidos, como también se abre la posibilidad de desarrollar nuevas trasposiciones didácticas que saquen provecho de las características individuales y cumplir con las proyecciones en los planes de mejora, en los PEI, los manuales de convivencia y los objetivos estratégicos no sólo de los establecimientos sino que de las directrices institucionales públicas en su conjunto, en los cuales deben ser considerados todos los actores del proceso educativo.
Por tanto, se requiere, como plantea Fontcuberta (2001), un proceso de transformación frente a los aprendizajes y la enseñanza, por parte, tanto de los profesores, los estudiantes, pero por sobre todo de los padres, madres y apoderados y equipos directivos y de gestión comunal, ya que es necesario considerar el contexto actual de la sociedad de información y del conocimiento, que supone la descentralización de los espacios de acceso a la información, que ya no pueden estar monopolizados en los centros educacionales o en las direcciones de educación, sino que se trasladan a nuevos espacios y diversas fuentes de información y conocimiento, que contempla en sí, un desarrollo de la creatividad,, la búsqueda curricular que asuma las múltiples inteligencias y que además de un sentido de vida a los participantes de las comunidades educativas.
Para generar una educación con sentido de vida, las políticas públicas, no sólo deben educar para el futuro y considerar las múltiples inteligencias presentes en los distintos seres humanos, hay que prestar atención a los procesos. Kaplún (2002), nos plantea la necesidad de poner énfasis en los procesos porque tienen como finalidad establecer espacios de interacción entre los participantes del proceso educativo, su realidad social y el desarrollo de capacidades intelectuales, y es en esa interacción, en los componentes de la comunidad educativa donde encontramos los simbolismos y significados que darán cuenta de un sentido de vida, en un espacio y tiempo determinado.
En definitiva, apunta a la creación de una conciencia política de los estudiantes (y sumar a los padres, madres y apoderados), la reflexión crítica sobre sus propias condiciones de vida (dar a luz sus simbolismos y mundo de significados) y desarrollar habilidades intelectuales necesarias que den sentido a su vida.
A modo de conclusión
No es un misterio la crisis que vive la educación pública en el país. Como tampoco es un hecho desconocido la falta de participación el proceso educativo de los padres, madres y apoderados. Explicaciones para ello son múltiples sin embargo, lo relevante de la discusión es la pérdida de sentido de la educación en las vidas de las personas.
La educación no está dando sentido a la vida de los educandos como las escuelas ya no construyen subjetividades como antaño. Además, los efectos comunicacionales persuasivos y narcotizantes, asociados a la industria cultural han generado modelos de vida que han causado apatía e individualismo al interior de las otrora poblaciones emblemáticas de Santiago caracterizadas como organizadas, combativas, ordenadas en un bien común y con un sentido de justicia social.
Hoy la realidad es distinta, y las políticas públicas no se han encaminado a una reconstrucción de los simbolismos que estuvieron presentes durante décadas entre los pobladores y tampoco dan cuenta de una educación con sentido de vida para los educando comunales que contemple un desarrollo integral con sus familias y comunidades.
Se requiere que consideren la coexistencia de una diversidad de ciudadanos en la comuna con distintos grados de acceso, conocimiento y posibilidad de uso de la información o de medios sociales. En este aspecto los municipios en general y la dirección de educación en particular deben reflexionar sobre el espacio del desarrollo de los medios digitales, por ejemplo, en la construcción curricular y simbólica del proceso de enseñanza aprendizaje.
Como plantea Berlanga (2013), las políticas públicas deben entender que las redes sociales son las nuevas ágoras, es decir, se han convertido en espacios para discutir, para persuadir y relacionarse con el otro, por tanto se transforman en espacios de interacción, de comunicación, capaces de dar las luces para recuperar simbolismos y significados relevantes para la reconstrucción de los símbolos en un espacio y tiempo determinado. Dar un sentido de comunidad social, de activismo a todos aquellos que interactúan en las comunidades educativas y que conforman la sociedad en su conjunto.
Para Condeza y Fontcuberta (2014), el campo de la educación y comunicación debe ser considerada una herramienta con relevancia social para el desarrollo de distintos ámbitos del quehacer comunicativo, educativo y social, y esto porque este campo de conocimiento se construye como una respuesta interdisciplinar a problemas concretos de la realidad, que sale del campo académico para situarla en contextos específicos de intervención. Estamos entonces, en una multiplicidad de espacios de acción que deben ser considerados por las políticas públicas a la hora de considerar políticas educativas y comunicacionales para la comuna.
En ese plano, las direcciones de educación no deben evadir la necesidad de moldearse a los modelos educativos que influyen realmente en los contextos. No puede existir un desfase entre los modelos educativos y los modelos comunicacionales que actualmente están moldeando la sociedad, y que como dice Barbero (1999) constituyen el ecosistema comunicativo de la actualidad como una forma para interactuar con el medio o contexto que conviven.
Las Direcciones de Educación, deben hacerse cargo de reflexionar y tomar en cuenta estos factores comunicativos actuales y comunicarse de mejor manera con su sociedad con el fin de reconstruir los antiguos simbolismos, los significados, y las formas que alguna vez les dieron vida como comunidad: memoria histórica, memoria oral, etc.
Se debe considerar la importancia de la participación activa. Servat (2008), nos presenta datos importantes para el análisis de las distintas audiencias a las cuales se deben enfrentar las políticas públicas, y nos entrega la relevancia individual y social, de la participación social activa, considerando por ejemplo, que las experiencias educativas están más allá del aula, en el que muchas veces se compromete la familia, y que por tanto, pueden ser una opción para la búsqueda de una educación con sentido de vida para los habitantes de cada comuna.
Es decir, resulta fundamental que las Direcciones de Educación comunal, consideren los aportes de Ferrés (2014), por cuanto es imperioso un proceso de reflexión y discusión sobre la comunicación y educación en un mundo que cambia a ritmo vertiginoso y donde gran parte de las comunicaciones están mediadas por las tecnologías, pero considerando siempre la importancia capital de las emociones en la llamada cultura de la convergencia, es decir: convergencia entre tecnología, expresiva, interpersonal y cultural, en donde la gestión de emociones es uno de los mayores desafíos de la educación en el actual entorno mediático.
Educación y comunicación desde las políticas públicas deben articularse en torno a las necesidades e intereses de las personas, quienes llevan a cabo un proceso de producción de conocimiento que es cercano a su propia realidad, contexto y necesidades. Son los elementos que se deben tomar en cuenta para que, por ejemplo, desde las Direcciones de Educación comunales, se reconstruya simbólicamente la sociedad y las comunidades educativas (generando participación) y además se entregue a los ciudadanos una educación con sentido. Elementos claves para la construcción de una sociedad verdaderamente democrática, dialógica y participante.