Lo cierto es que en muchos establecimientos vulnerables asociados a la educación pública, padres, madres y apoderados, no se involucran en el proceso de enseñanza aprendizaje de sus educandos, generando un total desconocimientos de los objetivos de aprendizaje de sus hijos /as, de los proyectos educativos y de los temas de interés que van en función de la generación de habilidades conceptuales, procedimentales y valóricas de los educandos en dichos espacios.
Como consecuencia de esta falta de involucramiento – además – está la ausencia de participación ciudadana de la comunidad educativa. La participación no es entendida por los actores ausentes, como un proceso de involucramiento de personas y grupos en la toma de decisiones y acciones que los afectan a ellos o a su entorno, en una visión de comunidad y que avance a la democratización de los espacios educativos. No es entendida como un espacio para la toma de decisiones democrática y de inclusión.
Desde los equipos de gestión de los establecimientos y dando cuenta de las dificultades y falencias que provoca la baja participación, se debe entender que, al agrupar las actividades propias de un establecimiento educativo, se pueden distinguir tres grandes áreas de participación: aprendizaje, gestión y extensión a la comunidad. Así, los equipos directivos podrían gestionar innovación para abordar el problema de la participación desde sus planificaciones curriculares, como también de sus acciones declaradas en los respectivos PEI o Manuales de Convivencia.
Sin embargo, para dar un primer paso hacia la participación parental es necesario generar un escenario centrado en la información: padres, madres, apoderados y sus organizaciones deben contar con la información necesaria para formarse una opinión acerca de los temas relevantes de la vida escolar y de los procedimientos en juego en el proceso de enseñanza aprendizaje: objetivos de aprendizajes, importancia de la relación parental, técnicas de apoyo para trabajo colaborativo con hijos /as, etc.
Padres, madres y apoderados, se deben integrar activamente a la comunidad educativa con el fin de aportar al mejoramiento de la calidad de la educación. En ese plano, la participación debe ser entendida como un proceso de involucramiento de personas y grupos como sujetos y actores en las decisiones y acciones que los afectan a ellos o a su entorno, en una visión de comunidad, más allá de los individualismos que se han instalado desde fines del Siglo XX en espacios comunitarios como la escuela.
En ese plano, es necesario recordar que la educación solo puede realizarse de forma plena cuando la familia y escuela trabajan juntas, con participación parental. La familia, en su calidad de medio natural de desarrollo de los sujetos y la escuela, como el brazo social encargada específicamente de educar, deben cooperar en forma conjunta, a favor, siempre, de niños, niñas y jóvenes (incluso adultos). Sin embargo, la baja asistencia constante de los apoderados en este proceso afecta el desarrollo del proceso de enseñanza, aprendizaje de los educandos y lo que es peor, al desarrollo de una ciudadanía participativa y empoderada de la toma de decisiones de su entorno.
¡Sin comentarios! Sé el primero.